Tipas con frondosos antecedentes
- 6 jul 2015
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LA CAÑADA
ort. FEn 1931 vino una fuerte crecida y arrasó con los ranchos de lo que fuera Costa Cañada. Llevados por las aguas éstos se atascaron en el ojo de un puente y formaron un dique que le permitió su último desborde. Las aguas bajaron por la calle Belgrano, haciendo estragos.
En 1945, el ministro de Obras Públicas de la provincia decide dar solución definitiva al problema de las inundaciones. Al poco tiempo se iniciaron los trabajos de canalización bajo la dirección del ingeniero Víctor Metzadour. La obra tiene una longitud de casi 3 km, un cauce fijo de 15 metros de ancho y comprende el tramo final, que atraviesa la ciudad.
TIPAS CON CARACTER
Las Tipas son la especie árborea (Tipuana tipu) que custodia y le da identidad a la Cañada.
Quién no se paseó bajo la sombra de estos nobles árboles, robo algún beso, o tiró las carpetas, esa puta costumbre de estudiante por el ritual de ofrecer al lecho la materia rendida con un misero 7.
El embrujo de la historia tiene sus atractivos y sus peligros. Alguien llega hasta mí y me interroga fechas y situaciones de la ciudad de antaño, como si mi memoria no hubiera perdido sus ganas de acordarse. Busco entre los papeles y encuentro varios de hace largos años y ya no me escapo de la repetición, sobre todo después de las furiosas lluvias que la ciudad ha soportado, aunque algunas veces lo ha hecho de a ratos. Y no falta quien se queda mirando los paredones de los muros de La Cañada atravesando la capital cordobesa.
Convengamos definitivamente que el riacho anchuroso y rápido ahora es escuálido y triste. Seguro que don Jerónimo Luis de Cabrera, cuando se dispuso a trazar el plano de la ciudad y asentar en el hondón del valle su fundación tuvo en cuenta aquel “riacho manso” que se embravecía cuando se desbordaba la “Lagunilla” y “era un barbijo en el rostro de Córdoba”. Uno de los grandes poetas cordobeses de antaño, Arturo Capdevila, lo dijo en su libro Córdoba del recuerdo, subrayando que La Cañada “es como el gesto de la ciudad”.
Sin duda que destinados para ejidos aquellos campos, más allá de el límite del Rondín (actuales calles Jujuy-Bolívar) habría de tardar mucho tiempo en arribar hasta allí la edificación. Lo dicho otra vez: “El peligro que implicaban las crecientes del Aguaducho debió frenar la ansiedad de entrar en posesión de esos lugares. Pero el accidente geográfico constituye uno de los signos distintivos de Córdoba. Lástima que el temor de sus avenidas -y muy justificado- y la realidad catastrófica de algunas de ellas, hizo que modernamente se moviera a sistematizarla. Porque se perdió uno de los más pintorescos y típicos sitios de la capital del interior”.Recuerdo con cuanta prolijidad el doctor prolijidad el doctor Carlos Luque Colombres se puso a estudiar, hace varias décadas, las variaciones de La Cañada.
Así nos enteramos de que el Cabildo dispuso afrontar los peligros de La Cañada y ocurrió que el 23 de octubre de 1622 se debió sacar a los presos de la cárcel y llevarlos a casa de doña Melchora de Acuña por el desborde cañadense. El 1 de mayo de 1623 hubo otra inundación y se dispuso construir un parapeto, es decir un tajamar que atravesaría de soslayo la Cañada, pero las inundaciones siguieron. Los poetas estaban encantados, entre ellos Luis José de Tejeda. En 1628 las monjas de Santa Catalina tuvieron que ser auxiliadas y se refugiaron en la casa del general Pedro Luis de Cabrera. Ocurrió que el 3 de diciembre de 1644, el sargento mayor Gabriel Sánchez anunció que el peligro era mayor porque se había cortado el tajamar construido. Y el vecindario siguió aguantando…El maestro de campo Pedro Tello de Sotomayor indicó el 8 de mayo de 1653 haber ordenado se trajeran indios para reparar la acequia y La Cañada, que hacían daño a los pobladores. En febrero de 1671, la creciente se metió en algunas iglesias y conventos. El Dr. Roberto Levillier, en 1915, hizo conocer varios documentos acerca del murallón que se había hecho hacía siglos y todos los vecinos lo miraban como salvador, pero no estaban todos conformes por lo cual a un religioso de los jesuitas, Benito Caballero, se le pidió opinión porque era experto en la materia de inundaciones y aconsejó prolongarse un muro. Hemos recordado: “Así se fueron los siglos. Las crecientes cañadenses no dejaron de molestar a pesar de la contención del muro pétreo. Hacia fines del siglo XVIII la ciudad había crecido y algún rancherío estaba disperso por allí junto al Calicanto, con peligro de ser arrasado por las inundaciones…El 13 de mayo de 1805 el Cabildo informaba al Gobernador – Intendente que para ir a las quintas se había construido un puente en tiempos de Sobre Monte y mandó arreglarlo con ayuda de particulares. Víctor Retamoza, en 1981, en la Historia de la Policía señala que en la época del gobernador Manuel López se resolvió hacer un nuevo puente porque el anterior había sido destruido y cuando se habían construido los dos arcos principales, el 31 de julio de 1850, se lo inauguró.
Fuentes:
https://www.facebook.com/pages/C%C3%B3rdoba-Ciudad-de-mis-amores/482095218568459
https://www.facebook.com/CordobaAntiguaArgentinahttps://www.facebook.com/PaparazziDeArquitecturasFuente: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.418361188206713.92872.417683534941145&type=3Partes de libros de Efraín U. Bischoff - Historiador de Córdoba

Cañada y Colón, se pueden apreciar las Tipas recién plantadas

Cañada y 9 de Jullio

Cañada inundación 1915

Av. Colón inundación 15 de Enero de 1939
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